Memorias del fujimorismo




 “El Estado creía saber lo que tú querías, ahora tú escoges lo que quieres” dijo Fritz Du Bois en una frase que atesoró, como en una galletita china, toda su sabiduría neoliberal. Lamentablemente, acaba de fallecer el 25 de mayo y Martha Meier Miró Quesada explota el suceso para recordar cazurramente el paso y huella digital de Du Bois al ejecutar las medidas económicas del fujimorismo –ese movimiento delictivo, de re-elecciones írritas, aplaudido por diarios amarillos-. Se le dedica sentidas notas periodísticas, testimonios que muestran facetas desconocidas del hombre de negocios e incluso, en el suplemento que era cultural, Martha Meier exhorta a no olvidar el rol cumplido por Du Bois en las reformas económicas de los años noventa, pues “lograron sacar a nuestro país de la bancarrota y reinsertarlo en la comunidad internacional”. Du Bois colaboró en el ideario sociópata y económico de Carlos Boloña, Jorge Camet, Jaime Yoshiyama y Hurtado Miller. Ni una mención a la segunda hazaña fujimorista: una estampida de bisontes pisoteando instituciones democráticas. Hazaña aplaudida por los sectores conservadores que detestan las leyes.

Intelectuales como Amartya Sen en Development as Freedom y Martha Nussbaum con un ensayo sobre La calidad de vida, han mostrado, con cifras, números y evidencias, el error del enfoque cuantitativo, pues mostrar sólo el desarrollo en función del "producto bruto interno", sólo muestra capacidades nominales y oculta las capacidades reales de los ciudadanos: el jornalero que trabaja más de diez horas al día no accede a un hospital ni a una universidad. El proyecto de la década de los noventa -olvida Martha Meier, candidata del fujimorismo en el 2011- destruyó condiciones educativas en igualdad: no mejoró los colegios públicos y, por eso, el experto en educación Constantino Carvallo señaló que en el Perú al peor alumno del colegio Markham le va mejor que al mejor alumno de un colegio de Tablada de Lurín.

Desde hace muchísimos años se sabe que cuando el criterio para evaluar cómo se desarrollan las naciones es sólo el ingreso per capita del PBI, se produce una visión distorsionada de la realidad. El número de Starbacks en Lima no refleja progreso. Y el problema es que los medios de comunicación masivos conmocionan al ciudadano mediante un oleaje ideológico que subraya oligofrénicamente los aspectos positivos de Lima (más restaurantes, más camionetas, más construcciones, más paneles publicitarios), pero nada se dice del 30% de pobreza en el país ni del subempleo ni de la concentración de medios ni de la televisión banal que padecemos. El Perú, en materia de cultura, se diagnostica en las columnas de opinión cada vez más elementales del gran diario, en que buscar argumentos es un ejercicio nostálgico.

Se publica, además, una entrevista a Du Bois en que sostenía su interés por mejorar la calidad de vida de los peruanos y luchar contra la violencia. El entrevistador -un asalariado- pregunta sobre la experiencia de gobierno entre 1991 y 1994, pero Du Bois le pide, orgulloso y contrito, que extienda la fecha hasta el 1998, año en el que lamentablemente “se dejó de priorizar el aspecto económico”; y, más interesante incluso, dice: “Sin re-reelección se habrían completado las reformas y ya no importaría, como en Chile, que entrase un gobierno de izquierda o de derecha. […] Por la re-reelección casi perdimos todo lo avanzado, colapsó el gobierno y nos tomó cinco años retomar el ritmo económico”.

Detrás de la neblina del fraseo, hay una crítica al gobierno democrático de Toledo y una lastimera evocación al baile del Chino. En la entrevista se omite que en distintas partes del mundo ya se deploraba obedecer como geishas las recetas tecnocráticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial y, peor, descuidar aspectos políticos que aseguran la convivencia social: el progreso económico no puede ir sin los cimientos sólidos de la justicia.

¿En qué edificios de Lima hay que vivir para no decir nada sobre la metástasis de corrupción de los años de bonanzas de la que habla Du Bois? Con un marco de legalidad salvajemente demolido por el fascismo de los noventa que favoreció a los grupúsculos de poder, con los medios de prensa visual y escrita sobornados por el Estado de Fujimori y con los Derechos Humanos de miles de peruanos pulverizados -muchísimas personas fueron raptadas, desaparecidas y torturadas-, con ese panorama, pienso, es curioso que el fino caballero que fue Du Bois haya repasado esas páginas de la historia del Perú y selle aprobado, aprobado, aprobado a ese safari político que recorrió junto a Carlos Boloña, y llame por momentos "reformas legales" a lo que en otro momento identifica como un logro de cacería: “nos tiramos abajo normas controlistas”.

En el mejor de los casos, suponiendo que existan fujimoristas convencidos de que el golpe de Estado del 92 fue necesario y que eliminar el equilibrio de poderes fue también una medida drástica pero ineludible, ese fujimorismo sería como el padrastro que educa a golpes y correazos: el hijastro volverá a sacar las notas rojas. Esa metodología poco inglesa puede dar cifras azules, pero también da complejos agudos y resentimientos imborrables, y ése es aún la matraca narcótica que toca el organillo fujimorista en un país con poquísimo lineamientos anti-autoritarios.

Pero volviendo a quienes piensan en los años 91 y 98 como la edad de oro del país, el diario El Comercio negó el indulto a Fujimori porque éste fue “desarmando, una a una, las instituciones que existían para limitar el poder y garantizar los derechos de sus ciudadanos”, tal como fue la destitución de los tres magistrados (Delia Reboredo, Guillermo Rey Rey y Manuel Aguirre Rocca) que se negaron, en enero de 1997, a la ley de la “interpretación auténtica” que buscaba la tercera elección inconstitucional de Fujimori. Fue así que el gobierno fujimorista retiró al Perú de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, bajo el pretexto de “razones de seguridad nacional”, y así se azuzó un chauvinismo de esos que deploraba Fritz Du Bois.

Una manoseada “libertad de elección” -un trapo en el que se limpian los pies antes de entrar en sus clubes privados- es la bandera filosófica del neoliberalismo local que se agita en la entrevista. El entrevistador concluye “el principal valor será siempre la libertad” y Du Bois se explaya: “Antes tenías un solo comercializador de azúcar, de leche, de aceite… no podías elegir. […] Ahora, en una economía abierta, tienes el derecho a elegir, tienes acceso a todo tipo de productos y a distintos precios”. Éstas fueron las palabras del director del medio de prensa que, luego de comprar Epensa, domina el 78% de diarios en el Perú. El ciudadano como cliente, la libertad en un panel publicitario, la justicia es un casino.

Si para el neoliberalismo, libertad es elegir entre lo banal y lo trivial, tiene sentido la camorra sanguinaria defendiendo la comida chatarra (Editorial “Amargando a la cajita feliz”) y patrocinando la libertad del florecimiento de las universidades empresa (Editorial “El lucro de educar”). La libertad es un gran maquillaje que esconde la impunidad de las grandes empresas para vender productos adictivos y universidades deplorables.

¿Por qué en las exequias de Fritz Du Bois exhuman estos temas? Es de pésimo gusto usar a un finado como pretexto para la publicidad de sus intereses particulares y han pensado que podían paralizar la crítica ciudadana y filtrar, así, el ideario neoliberal colocando paneles fujimoristas al lado del féretro.

Entradas populares