EXPLOTADOS HASTA LOS HUESOS. POLÉMICA EXHIBICIÓN DE CADÁVERES HUMANOS LLEGA AL JOCKEY PLAZA DE LIMA.









Del 1 de noviembre al 9 de diciembre, en el Jockey Plaza, se expone Bodies: Cuerpos Humanos Reales, una muestra itinerante que su detractores califican de monstruosa, y cuya multitudinaria gira ha pasado por varios países, y su principal atracción son, en Lima, ocho cuerpos y ocho torsos y más 100 órganos sanos y dañados, donados para la divulgación de la ciencia y que el médico peruano Víctor Córdova ha recibido de una universidad china. Se tratan de cuerpos humanos preservados por una técnica llamada plastinación, un procedimiento que preserva materiales biológicos creado por –así dice en la entrada del evento- el artista y medico Gunther von Hagens (1945), alemán que en el 10 de enero de 1977, sumergido en experimentos químicos, patentizó de inmediato lo que él considera hermoso: la técnica de extraer los líquidos, gases y grasas del cuerpo con solventes como la acetona fría y luego, en un meticuloso trabajo de dos años, sustituirlos por resinas elásticas de siliconas. Bodies se divide en diferentes salas que exhiben los sistemas del cuerpo humano y también fetos y restos humanos. Los anunciantes promocionan el evento como la exposición más impactante del año, la clase de anatomía más maravillosa, un recorrido de arte y educación durante cincuenta minutos, en que profesionales de la salud, arropados en mamelucos blancos y de didáctico retintín venezolano, presentan, entre otros aspectos, la belleza del sistema digestivo y los pulmones ennegrecidos por el tabaco de un trabajador chino. Y, es cierto, el ambiente, con una iluminación especial, busca conferir al recinto cierto aire de sala de estudio de anatomistas y humanistas, de pequeño anfiteatro reconcentrado en vivisecciones asépticas, aula en que quienes ingresan cultivan el espíritu de la meticulosidad científica, no en vano en la entrada una imagen reproduce La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, el cuadro en que Rembrandt ilustró a un médico del Renacimiento ofreciendo una clase sobre la musculatura de un difunto.  






El teatral doctor Gunther von Hagens, como los médicos del Renacimiento, usa sombrerito negro en sus apariciones televisivas, y fundó, el mismo año que su invento, el Instituto de Plastinación de Heidelberg. La técnica fue aplaudida en China por el Ministerio de Educación y de Salud, lo que ha generado múltiples resquemores, pues los cuerpos que el médico-artista deshidrata y disecciona son fundamentalmente de personas que en vida no tuvieron familiares, de pobreza extrema, o sea, una de las poblaciones más vejadas del planeta. En su defensa, el Instituto de Hagens mostró documentos en que los chinos redactaron testamento ofreciendo sus cuerpos para la investigación fecunda de la medicina, sin embargo, quienes cuestionan la exposición indican que los chinos nunca consintieron ser expuestos en grandes vitrinas en que incluso padres e hijos, resistiendo lo macabro, aprovechan la ocasión para tomarse divertidos selfies con los muertos. Quedaron flotando entonces los problemas, de dónde provienen exactamente ciertos cadáveres que parecen haber sido ejecutados, si habían leyes claras sobre el tráfico de cuerpos en Asia, y, viendo las curiosas formas en que son colocadas las musculaturas y estructuras óseas, si los donantes de verdad habían rubricado para protagonizar esa suerte de Cirque du soleil de la muerte.





En el 2005, Hagens ya había presentado cuatro episodios llamados Anatomy for Beginners en que, con una pasión gélida, despellejaba y mutilaba, taladraba y aserraba cuerpos humanos en la televisión de Gran Bretaña, y, en una de sus presentaciones estético-científicas, se introdujo por la boca un gastroscopio, un tubo con cámara para mostrarle al mundo su esófago y estómago. Bodies, la exposición que está en Lima, no es de la franquicia de Hagens, pero usa sus métodos y sí está inspirada en el afán de divulgación de la anatomía humana, en ver lo que hasta antes no se había observado y también cuenta con esa pizca de relente entre lúdico y morboso. Cuando esta muestra vino en octubre del 2009 al Perú, hubo una farsa publicitaria, la producción de Impacto Producciones, cuya gerente general era Susan Hoefken, fingió que un pulmón había sido robado para lograr efectos demarketing. Este año el anzuelo es que se exhiben ademáscoloridos muertos peruanos, y no los promociona Marca Perú sino la Universidad Alas Peruanas, recordado centro del saber por ser investigado por lavado de activos














En ese camino para conocer cómo somos por dentro (sí, por dentro) que propone la instalación Bodies, sin embargo, la sensación que se apoderó de mí, entre esos huesos lóbregos, algunos órganos necrotizados y cadáveres por doquier, fue la frivolidad experimentada en un casino de Miami junto a la pesadez de una morgue ambulante. Cuando uno visita los cementerios, en cambio, viendo los ataúdes y lápidas, fosas comunes, uno recobra, bajo cierta pesadumbre, conciencia de la triste comedia del paradero final, en medio de un espacio silencioso, en donde, en el mejor de los casos, flores y árboles, el cielo, dan un ligero remanso. Pero aquí el espectáculo de los cadáveres, motivado en parte por los nobles intereses de la explicación anatómica, es inquietante.



Roy Glover, director médico de Bodies y profesor de anatomía de la Universidad de Michigan, asegura que los cuerpos de la exposición, después de la gira serán incinerados y sepultados, y afirma que si consiguen los cuerpos de la China no es porque ahí la vida valga menos, sino porque ahí se encuentra una valiosa tradición de sabios cultores de las artes mortuorias. Glover también afirma que no hay nada morboso en enseñar cómo funciona el cuerpo humano y que más bien la muestra de los restos humanos promueve llevar un estilo de vida sano, pues el cuerpo no miente. La Iglesia católica, que siempre ha defendido el entierro y hace poco reconoció como válida la incineración, aún no se pronuncia sobre la exhibición pública de los cuerpos, aunque se presume que no se opondrá en tanto se respeten los restos humanos.  


Después de tanta lluvia de crítica, el profesor Glover dijo que no entendía por qué tanto escándalo si se trata de lo que ocurre en las facultades de medicina todos los días, donde los estudiantes practican con cadáveres de personas sin familias y que nadie reclama. El profesor parece proferir que qué importa el asunto, total, los muertos, muertos están. Pero no es cuestión de si el muerto o su alma se sonrojen, es más bien tantear las repercusiones del espectáculo de los restos humanos de la gente más desvalida del planeta. ¿O acasoBodies ya prepara la exhibición de los restos de Michael Jackson, la princesa Diana o Robin Williams?  


La muerte y los cadáveres a lo largo de distintas culturas han sido y son una puerta sellada con miles de tabúes y sólo los ritos y las ceremonias que marcan un antes y un después han ayudado a que la humanidad digiera el asunto. Es verdad que los propósitos de la ciencia son distintos y que viendo esos cuerpos en exposición, uno entiende mucho mejor, de manera más vívida –sí-, la conexión del sistema neuronal y nervioso con el muscular y los tendones, y, yo, lejos de los conservadores, soy agnóstico en la teoría y ateo en la práctica. Eso no impide que al salir de la exposición un clavo nos hinque la cabeza, sobre todo cuando en lugar del aire de los cementerios y los ceremoniales de tránsito al otro mundo o al fin de la vida, uno sea devuelto a las luces y ruidos de un centro comercial. Ver esos cuerpos es ver también la muerte de los seres humanos más aplastados. Porque si bien la exposición, encajonada en el centro comercial Jockey Plaza, busca confinar a los espectadores al entretenimiento y al mariposeo cognitivo, ver esos cadáveres es ver que incluso muertos los pobres siguen siendo capital humano, explotados hasta los huesos.  









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