El diccionario del diablo
Ambrose Bierce (Ohio,
Estados Unidos, 1842–1914) fue un escritor y periodista estadounidense y
probablemente lo que conoció de la vida se concentra en 1861 cuando se alistó
en la Guerra Civil de Estados Unidos como soldado de infantería de Indiana apoyando
las causas de Lincoln y en 1866 tras las experiencias de la guerra regresó a San
Francisco como segundo teniente. Dejó la vida militar y se hizo periodista colaborando
en distintos periódicos, tuvo tres hijos, dos de los cuales murieron antes que
él dejándole el sabor de hiel de la vida.
En
revistas de Londres iba publicando sus primeras narraciones e iba iluminándose
más su aureola de irónico misántropo mientras sus influencias literarias -Edgar
Allan Poe, Nathaniel Hawthorne y Herman Melville- eran cada vez mejor
metabolizadas cuajando en el humor macabro de «El monje y la hija del verdugo»,
el cuento recomendado por Julio Cortázar «El puente sobre el rio del Búho», los
relatos recogidos bajo el título de «El clan de los parricidas», cuentos de una
maleficencia maestra, como señaló Lovecraft. Pero sobre todo es famoso por socarronas
disquisiciones como ésta: «Rezar:
Pedir que las leyes del universo sean anuladas en favor de un único
peticionante confesamente indigno de ello».
Su
estilo corrosivo le otorga vivacidad y fuego a sus páginas, y una de sus obras
que alcanzó más divulgación fue El
diccionario del diablo, una recopilación de cáusticas definiciones, fácil
de leer por cortas e intensas, siempre con un tono descreído, burlón, demasiado
amargas para unos y para otros desternillantes, para irrumpir en carcajadas sobre
distintos temas como la democracia, la justicia y las religiones, poniendo los
pelos de puntas a quienes hoy, por ejemplo, se desgañitan por las redes
sociales por las causas de la corrección política. Así fue capaz de lanzar este
flechazo: «Club: una asociación de
hombres con propósitos de borrachera, glotonería, risas blasfemas, asesinato,
sacrilegio y la denigración de madres, esposas y hermanas».
Las mordaces
definiciones de Bierce, su disparo a quemarropa, son celebrados por los
lectores, un
crítico en su momento le apodó El amargo Bierce, y El diccionario del diablo fue nombrado una de las cien obras maestras más
grandes de la literatura estadounidense por la Administración del Bicentenario
de la Revolución Americana. El lexicón fue publicado durante veinte años en
revistas y diarios que celebraban la lengua viperina de Bierce, hasta que en 1911
él reunió las definiciones. En lo personal una de las que más disfruto es ésta:
«Espalda: Esa parte de tu amigo que
tienes el privilegio de contemplar cuando las cosas te van mal». O si no esta
otra. «Eucaristía: Una fiesta
sagrada de la secta religiosa de los teófagos».
El sábado,
celebrando el cumpleaños de un querido amigo, Daniel, le regalé un ejemplar y nunca
creí lo que sucedió. El título le jaló el ojo y empezó a leer en voz alta y al
azar el diccionario maldito. Era medianoche en una terraza a media luz y no
podíamos sino matarnos de risa por los dardos de Bierce. Nos obligamos a
postergar su lectura completa después de lo que escribió del teléfono: «Una
invención del diablo que anula algunas de las ventaja de hacer que una persona
desagradable se mantenga a distancia».
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