La academia de Platón
Entre los siglos V y IV a. C. los
griegos clásicos afinaron la educación y hay dos figuras que despuntan como
maestros: Sócrates y Platón. Con sus estudiantes Sócrates dialogaba, se expuso
a la crítica e ironizaba a cada rato, tratando de despertar ideas nuevas. Reafirmó
su máxima «Sólo sé que nada sé» después de ir a los pies del Monte Parnaso a
consultar sobre la sabiduría al oráculo de Delfos, y fue frugal, pero nunca un
santón ascético, no condenó los placeres y aceptó con gusto la buena mesa, el
buen vino. Fue un maestro socarrón, ingenioso, un valiente soldado en el campo
de batalla y valiente en la vida política, pues, sentenciado a muerte por una
asamblea de ciudadanos durante el régimen del terror de los Treinta Tiranos, no
huyó de Atenas.
Se dice que el asesinato de Sócrates
hizo que Platón desconfiara de la democracia, y viajó al volcán Etna donde se
había suicidado Empédocles. Allí conoció a pitagóricos y fue invitado a la
corte de Siracusa del tirano Dionisio I. Rechazó el jolgorio y festines, y el
tirano lo apresó y lo entregó al espartano Pólide para que lo vendiera como
esclavo. Platón casi fue ejecutado en Egijna, pero fue rescatado por un griego
(Anicérides) que lo compró por 20 minas y lo devolvió a Atenas, y, en las
afueras de la ciudad, en un bosquecillo cuyo santuario era dedicado al héroe
Academo, fundó la Academia, en cuyo dintel se leía «Que no entre nadie que no
conozca la geometría». El objetivo de la Academia era formar amantes del saber
que pudieran ser hombres de Estado, rectores de las polis. Se enseñaba gimnasia
y música, matemáticas y filosofía, pero era prohibida la literatura que Platón
rotuló de inmoral cuando en ellas los personajes malvados triunfaban y prohibió
también a los flautistas. Defensor del gobierno de los mejores, en teoría,
al final de su vida Platón fue nepotista: le entregó la dirección de la
Academia a un torpe sobrino (Espeusipo), en lugar de entregársela al mejor de sus
estudiantes, Aristóteles.
En el siglo XX el filósofo Whitehead
dijo que la historia de la filosofía puede comprenderse como notas a pie de
páginas de Platón. La observación buscaba halagar a Platón, pero puede ser el
acta de defunción de la filosofía universitaria. Primero, porque las ideas de
los sofistas y los cínicos, de los hedonistas, los epicúreos y los estoicos
saltan con garrocha a Platón. Filósofos que justo se interesaron en romper el
miedo a los dioses, filósofos independientes y críticos del poder, filósofos
interesados en saber disfrutar de la vida terrena.
Y segundo, si la filosofía son notas
a pie de página de Platón, sería el ejercicio de cacatúas repitiendo La República, una obra que avala el
totalitarismo. Ese libro sólo pudo ser idealizada ahí donde hay lectores
sumisos o lectores abiertamente fascistas, pues Platón, en nombre del
colectivismo, avaló que el gobierno censure y adoctrinara, aplicara la
eugenesia y pautó y reguló la cópula humana, y en sus fraseos hasta parece
prohibir la risa. Todo esto bajo una estructura piramidal donde el rey sería un
filósofo… En esa República, además, sólo se enseñaría la filosofía de Platón y,
en clave de sinceridad, se preguntó cómo someter a la población sin que hubiera
posibles revueltas. Fácil: enterrar a las muchedumbres en la estupidez y
credulidad, hacerlos dóciles y someterlos, y a los rebeldes condenarlos a
muerte.
Otros condenados a muerte son quienes
leen a Platón página por página, musitando línea por línea y con miedo de errar
en la pronunciación, con la rodilla hincada al piso. Es cierto que leerlo en el
griego original debe de causar la sensación de casi escucharlo, pero quienes
nos confiamos en los mejores traductores, cotejamos ediciones, no estamos
prohibidos de comentarlo.
Recordar que Platón fue un nepotista no es una canallada de iletrados, es ver detrás del cuadro, y quienes quisiéramos que la filosofía retome su vuelo crítico, su cauce material, encontramos en este detalle un poderoso contraejemplo, una verruga real, una incómoda carnosidad. En el fondo el nepotismo de Platón destruye aquel discurso de Platón de que sólo quien conoce el bien obrará bien.
Recordar que Platón fue un nepotista no es una canallada de iletrados, es ver detrás del cuadro, y quienes quisiéramos que la filosofía retome su vuelo crítico, su cauce material, encontramos en este detalle un poderoso contraejemplo, una verruga real, una incómoda carnosidad. En el fondo el nepotismo de Platón destruye aquel discurso de Platón de que sólo quien conoce el bien obrará bien.
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