¿Quién teme a una filósofa?
Educar sólo para mejorar el «PBI», crea «Personas Básicas e Indiferentes». Esto lo podría suscribir Martha Nussbaum, filósofa estadounidense que en sus clases muestra a Sófocles y Freud, Aristóteles y Amartya Sen, advierte del error mundial de criar clientes en lugar de ciudadanos. Entre sus múltiples charlas, fue a una prestigiosa universidad de Estados Unidos a plantear un lugar común del estilo “las humanidades y las artes desarrollan ciudadanos no manipulables”, pero las autoridades quedaron boquiabiertas y con los ojos como platos: “Qué extraño, no lo habían mencionado antes”.
Tal
como está la educación, se producen generaciones de generaciones técnicas,
gente que sí sabe qué botones apretar y qué palancas subir, pero sin
preguntarse qué efectos tienen esos botones y palancas sobre la sociedad. Kafka
lo profetizó; la maldad, hoy, se hace desde el anonimato y desde la
inconciencia.
Cuando
una institución educativa asume que la literatura, las artes plásticas y la
filosofía son adornos, cosméticos, insumos para ufanarse del empacho de
cultura, entonces condena a los estudiantes a ser masa de reses en un camal.
Cuando imaginar, crear y criticar son sólo ornamentos en un colegio, entonces se
está formando humanos atrofiados. No porque luego no vayan a ser unos tigres en
el mundo de las finanzas, sino porque crecerán con un muñón moral.
Nussbaum,
Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, 2012, ha publicado más de
veinte obras centradas en filosofía antigua, filosofía política y del derecho y
ética. Las democracias, advierte, serán destruidas por una educación sólo
técnica, dedicada únicamente a los réditos económicos, ocluyendo el pensamiento
crítico de las humanidades y artes. Los estudiantes pueden interiorizar las
humanidades, sin embargo, contra lo que piensa Nussbaum, puede ser el santo y
seña de crímenes de cuello blanco. Se puede hablar de Platón y de la sublime
estética de Heidegger y ser un perfecto canalla.
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