Pereza y cobardía
¿Por qué la clase media peruana acepta a políticos corruptos, autoridades prepotentes, profesores dogmáticos y vecinos tóxicos? ¿Por qué cargamos con gusto las cadenas de las tradiciones y aplaudimos en las peleas de gallos y corridas de toros? ¿Por qué nos conformamos con la información expendida desde el monopolio de la gran prensa y nos deleitamos en el vertedero del facebook?
La pereza y la
cobardía –lo vio Kant- nos llevan a esa deshonrosa condición de ser eternos
pupilos y televidentes secuestrados. Para escapar del sometimiento, indicaba el
Siglo de las Luces, cada individuo debe ser responsable de sus incapacidades y,
para despertar conciencias, provocaba con esta frase «Atrévete a pensar».
«Ten el valor de
usar tu propia razón», lema del poeta latino Horacio y reivindicado por Kant –en
el siglo XVIII- al observar la apatía como un rasgo horrible y consubstancial del
ser humano. Es tan cómodo ser dominado, es tan delicioso estar sojuzgado, es tan
placentero ser oprimido. Aceptamos el rol de siervos y esclavos con muchísimo
gusto, incluso pagamos a tutores para que decidan por nosotros y nos ahorren el
trabajo de pensar.
Incluso en
sociedades que fomentan la libertad del individuo y la crítica de las
tradiciones -como efecto secundario, como síntoma- la obediencia es una virtud.
Al buscar en los proyectos sólo eficacia y operatividad, incubamos la consigna
de no pensar; veamos los ejemplos de Kant. El policía dice: “¡Nada de razones!
¡Obedezca!”; el burócrata: “¡Nada de razones! ¡Pague!”; el sacerdote: “¡Nada de
razones! ¡Crea!”, y el déspota ilustrado: “¡Razonen todo lo que quieran! ¡Pero
obedezcan!”
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