Masas y enfermedad. Estructuras de dominación
¿Qué hay en la cabeza de quienes han marchado contra homosexuales y lesbianas? ¿Cómo los líderes patógenos logran hechizar y enardecer a las masas? Son muchedumbres muy frustradas, provienen de los estamentos más pobres del país y canalizan su odio y resentimiento de la manera más estúpida y cruel.
Vivimos aún en una República de «indios» y de «blancos», y el indio, el dominado, borrosamente siente que lo aplastan, que le impiden los mismos logros que obtiene el blanco, pero curiosamente cierta ideología le empaña la visión. Los problemas del «indio-dominado» no son tramados desde la casa del MHOL ni todos los «blancos» se congracian de sus privilegios en una sociedad racista. Al razonar desde estas coordenadas siento que tengo el cerebro de una hormiga, ¿qué está sucediendo?
Esto ya fue estudiado por la «Teoría Crítica de la Sociedad» (una corriente filosófica cuyo interés es el psicoanálisis, la sociología y la antropología) analizando las estructuras de dominación de las sociedades capitalistas. Los proletarios, los súbditos de las empresas, aceptan condiciones infames de trabajo y van perdiendo conciencia del espanto de vivir en una sociedad estamental en la que si naces pobre morirás pobre, una sociedad en que generaciones de empleadas del hogar ven cómo ellas envejecen en las jaulas en que trabajan, e impotentes ven cómo sus hijas y sus nietas repiten una condición larval y su desarrollo es paralizado. Ese es el problema. Y la cerrazón se produce cuando líderes como Phillip Butters excitan taras mentales y Rodolfo González Cruz exhorta a sus feligreses a ser homicidas en nombre de su dios.
La masa de Con Mis Hijos No Te Metas está triplemente aplastada por la marginación social y económica, por líderes oscuros y por el regusto en la crueldad. Los integrantes sufren conductas compulsivas, condicionadas, que ellos mismos no pueden explicar y sólo han ejecutado una orden entre resoplidos y mugidos. En otras palabras, si el problema de los marchantes es cómo obtener dinero para subsistir día a día, difícil contarán con el tiempo de cuestionar a Butters y González Cruz y sus imperativos pseudo-morales. Los marchantes seguirán bamboleando sus cabezas porque continúan sin identificar la causa de su malestar, y los problemas reales que los asfixian por el momento flotan y se disuelven en la tacita de té que remueven los príncipes.
Hay una afinidad entre las clases oprimidas y los neuróticos crónicos: ambos censuran sus deseos y proyectos de largo aliento. ¿Cómo? Al neurótico lo paralizan las resistencias y represiones mentales; a las clases oprimidas las intimidan el mercado, la burocracia y los medios masivos audio-visuales. La solución en el neurótico es ampliar la conciencia, apuntar una linterna ahí donde las creencias son incompatibles; la solución de las clases oprimidas es que detecten las relaciones de poder, las patologías sociales y cómo los intimidan y manipulan los socios de Odebrecht.
Vivimos aún en una República de «indios» y de «blancos», y el indio, el dominado, borrosamente siente que lo aplastan, que le impiden los mismos logros que obtiene el blanco, pero curiosamente cierta ideología le empaña la visión. Los problemas del «indio-dominado» no son tramados desde la casa del MHOL ni todos los «blancos» se congracian de sus privilegios en una sociedad racista. Al razonar desde estas coordenadas siento que tengo el cerebro de una hormiga, ¿qué está sucediendo?
Esto ya fue estudiado por la «Teoría Crítica de la Sociedad» (una corriente filosófica cuyo interés es el psicoanálisis, la sociología y la antropología) analizando las estructuras de dominación de las sociedades capitalistas. Los proletarios, los súbditos de las empresas, aceptan condiciones infames de trabajo y van perdiendo conciencia del espanto de vivir en una sociedad estamental en la que si naces pobre morirás pobre, una sociedad en que generaciones de empleadas del hogar ven cómo ellas envejecen en las jaulas en que trabajan, e impotentes ven cómo sus hijas y sus nietas repiten una condición larval y su desarrollo es paralizado. Ese es el problema. Y la cerrazón se produce cuando líderes como Phillip Butters excitan taras mentales y Rodolfo González Cruz exhorta a sus feligreses a ser homicidas en nombre de su dios.
La masa de Con Mis Hijos No Te Metas está triplemente aplastada por la marginación social y económica, por líderes oscuros y por el regusto en la crueldad. Los integrantes sufren conductas compulsivas, condicionadas, que ellos mismos no pueden explicar y sólo han ejecutado una orden entre resoplidos y mugidos. En otras palabras, si el problema de los marchantes es cómo obtener dinero para subsistir día a día, difícil contarán con el tiempo de cuestionar a Butters y González Cruz y sus imperativos pseudo-morales. Los marchantes seguirán bamboleando sus cabezas porque continúan sin identificar la causa de su malestar, y los problemas reales que los asfixian por el momento flotan y se disuelven en la tacita de té que remueven los príncipes.
Hay una afinidad entre las clases oprimidas y los neuróticos crónicos: ambos censuran sus deseos y proyectos de largo aliento. ¿Cómo? Al neurótico lo paralizan las resistencias y represiones mentales; a las clases oprimidas las intimidan el mercado, la burocracia y los medios masivos audio-visuales. La solución en el neurótico es ampliar la conciencia, apuntar una linterna ahí donde las creencias son incompatibles; la solución de las clases oprimidas es que detecten las relaciones de poder, las patologías sociales y cómo los intimidan y manipulan los socios de Odebrecht.