Psicosociales en Huaycán
Útero
"¡Alerta! !Tráfico de órganos! ¡Cuiden a sus hijos!" fue un rumor desatado en Facebook sobre traficantes de órganos merodeando a niños y los habitantes de Huaycán, una periferia de Lima, son presas del terror. La mañana del viernes los pobladores continuaron envueltos en la histeria colectiva, pues, a pesar de que la Policía Nacional descartó los rumores, otro mensaje adjuntaba los semblantes de dos presuntos traficantes de órganos y la palabra "CUIDADO".
"¡Alerta! !Tráfico de órganos! ¡Cuiden a sus hijos!" fue un rumor desatado en Facebook sobre traficantes de órganos merodeando a niños y los habitantes de Huaycán, una periferia de Lima, son presas del terror. La mañana del viernes los pobladores continuaron envueltos en la histeria colectiva, pues, a pesar de que la Policía Nacional descartó los rumores, otro mensaje adjuntaba los semblantes de dos presuntos traficantes de órganos y la palabra "CUIDADO".
El jueves sucedió lo más grave. En esta zona
de la capital, 700 personas enardecidas volcaron autos y los incendiaron, rompieron vidrios y
exigieron resguardo a la comisaría de la zona, alarmados porque una supuesta
organización criminal estaría secuestrando niños para extraerles los órganos.
La Policía, la Municipalidad de Ate, la
Fiscalía y el Ministerio del Interior descartaron que exista dicha organización
criminal y expertos recalcan que es imposible hacer cirugías en calles y
mantener con vida los órganos. Sin embargo, durante los desmanes desatados por
los falsos rumores, los vecinos de Huaycán confundieron a dos encuestadores,
sindicándolos de traficantes. Los policías trataron de impedir la agresión,
pero las secuelas de la turba y la policía son 16 heridos, 31 detenidos y una
víctima muerta, María Eva Solano Marín (54), por un balazo al cuello.
Entre la gente una mujer vestía un polo de Fuerza Popular con el número del congresista Kenji Fujimori, y otra mujer declaró que esta violencia era causa de un psicosocial.
Si vemos bien, no es descabellado que en Huaycán sientan que sus hijos vivan a la intemperie y estén a merced de vejámenes. Los psicosociales sacuden nuestras raíces y creencias atávicas y remueven más a un pueblo encanallado y envilecido por la miseria. En Huaycán los pobladores, los padres de familia, sienten que sus hijos tarde o temprano serán destripados por las drogas, la delincuencia y, si enrumban por «el buen camino», serán la mano de obra barata y embrutecida al servicio de José Chlimper, Alfredo Thorne y Roberto Abusada.
Los carismáticos grupos cristianos, además, se han encargado de lanzar un oleaje paranoico sobre cómo los niños serán contaminados por el lobby gay.
Y en realidad despertar miedos cervales es fácil, no se trata sólo de Huaycán. La clase adinerada de Lima cuando no va a la Iglesia de Fátima, acude a astrólogas que cobran 100 dólares la hora.
La pregunta es cuánto del presupuesto nacional recibe el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC). De muchos colegios se egresa sin la menor idea del método de ensayo-error y se desconoce la idea básica de Karl Popper que diferencia entre creencia y conocimiento. Una creencia es acrítica, mientras gran parte del conocimiento se adquiere creando hipótesis y sometiéndolas a pruebas.
La credulidad se agudiza en una multitud y ahí se extreman y contagian la ira, el miedo y el odio y todos nos transformamos en una ciega jauría. Esto lo sabía muy bien Segisfredo Luza, el experto peruano en psicosociales y que en vida fue fujimorista de pura cepa. Los psicosociales funcionan porque nuestro pensamiento arcaico, que creemos superado y sepultado, en realidad, sólo ronca y toma siestas. Para los artistas es el mejor combustible; para los humildes mortales ese pensamiento arcaico levanta la oreja y mueve la cola rabiosamente con vírgenes que lloran y cartas astrales, preso de la fascinación, preso de la servidumbre.
Si vemos bien, no es descabellado que en Huaycán sientan que sus hijos vivan a la intemperie y estén a merced de vejámenes. Los psicosociales sacuden nuestras raíces y creencias atávicas y remueven más a un pueblo encanallado y envilecido por la miseria. En Huaycán los pobladores, los padres de familia, sienten que sus hijos tarde o temprano serán destripados por las drogas, la delincuencia y, si enrumban por «el buen camino», serán la mano de obra barata y embrutecida al servicio de José Chlimper, Alfredo Thorne y Roberto Abusada.
Los carismáticos grupos cristianos, además, se han encargado de lanzar un oleaje paranoico sobre cómo los niños serán contaminados por el lobby gay.
Y en realidad despertar miedos cervales es fácil, no se trata sólo de Huaycán. La clase adinerada de Lima cuando no va a la Iglesia de Fátima, acude a astrólogas que cobran 100 dólares la hora.
La pregunta es cuánto del presupuesto nacional recibe el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC). De muchos colegios se egresa sin la menor idea del método de ensayo-error y se desconoce la idea básica de Karl Popper que diferencia entre creencia y conocimiento. Una creencia es acrítica, mientras gran parte del conocimiento se adquiere creando hipótesis y sometiéndolas a pruebas.
La credulidad se agudiza en una multitud y ahí se extreman y contagian la ira, el miedo y el odio y todos nos transformamos en una ciega jauría. Esto lo sabía muy bien Segisfredo Luza, el experto peruano en psicosociales y que en vida fue fujimorista de pura cepa. Los psicosociales funcionan porque nuestro pensamiento arcaico, que creemos superado y sepultado, en realidad, sólo ronca y toma siestas. Para los artistas es el mejor combustible; para los humildes mortales ese pensamiento arcaico levanta la oreja y mueve la cola rabiosamente con vírgenes que lloran y cartas astrales, preso de la fascinación, preso de la servidumbre.
imagen de El Comercio