Fujimorismo y educación


Útero

Éstas son las intervenciones de los congresistas fujimoristas en la interpelación al ministro de Educación Jaime Saavedra, al que censurarán porque, dicen, en su ministerio “campea la corrupción”.


1.   Luis Galarreta (fujimorista): “Ahora hablando de psicosociales, la prueba PISA justo sale para tratar de defender al ministro".


2.   Bienvenido Ramírez (fujimorista) dijo que la prueba PISA había sido comprada por el gobierno para hacer una “cortina de humo”.


3.   Héctor Becerril (fujimorista): "El colega Lezcano manifiesta 'durmiendo con el enemigo'… Yo no sé si se refiere a su hermana”.


4.   Víctor Albretch (fujimorista): “¿Qué pasa ministro Jaime Saavedra? Se nos escapan las tortugas, se nos escapan los caracoles".


5.   Wilbert Rosas (FP): "¿Cómo discutir con gente que critica la prueba PISA? Piensan, seguro, que esta prueba la elaboran en Pizza Hut".

6.   Cecilia Chacón (fujimorista): Respaldó las denuncias de Becerril.

7.   Mauricio Mulder (APRA): “Si el ministro Jaime Saavedra es censurado, ¿cuál es el problema? Pueden nombrar a uno peor o a uno mejor”.


El editorial del diario Expreso califica las doce horas de interpelación a Saavedra de “sana discrepancia, confrontación con altura y debate institucional”. (Expreso, 8 de diciembre, 2016, p. 12). Pero, en realidad, no hubo ningún debate de ideas, los fujimoristas no tienen ideas, tienen instrucciones. Entrenados por asesores de imágenes, se valen de gestos y de poses, de pantomimas indignadas y de desplantes taurinos y al finiquitar sus intervenciones golpean airosos el micrófono hartos (y secretamente felices) de la porqueriza en que han convertido al congreso.

¿Qué ha hecho el fujimorismo por la educación desde 1990? Convertirla en un negocio. Decretaron que la educación fuera una mercancía. La rectora de la Universidad de Lima Ilse Wisotzki fue la primera en empuñar el fujimorismo universitario y luego eclosionaron otras “universidades negocio”, cuyos rectores están entornillados como vitalicios y perpetuos. 

Gracias al fujimorismo la educación universitaria se metamorfoseó en una gran estafa que expende títulos como un chifa vende platos de Kam Lu Wantan. Si tienes un buen Wok y si sabes rociar de licor a las carreras, un dragón arrojará llamaradas multicolores y atraparás a los clientes. Los propietarios de las universidades-negocio deciden quiénes merecen ser autoridades de las Facultades y cuáles son los contenidos de los sílabos de los cursos.

Los fujimoristas aplauden que las universidades doten a los estudiantes de alicates y taladros para arreglar maquinaria, pues la bancada de Galarreta y Becerril cree que los estudiantes no deben hacerse preguntas incómodas. En una versión plana y realista del mundo, Fuerza Popular sabe que las empresas no buscan «ciudadanos suizos» (así acusó Alberto Fujimori a Vargas Llosa en el debate presidencial de 1990). 

Que la meta de la universidad sea estimular nuevas preguntas, imaginar haber nacido en Lomo de Corvina y ser gay, provoca en los fujimoristas bostezos de cocodrilos. Para el escritor Franz Kafka un libro era un hacha que rompía el mar helado de nuestra cabeza; para un oligarca un libro gatillaba la pregunta cuántos puedo comprar por metro cuadrado y decorar la sala. Para un congresista de Fuerza Popular un libro es un OVNI. 



(foto El Comercio)

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