Asesinos de libros


Útero
La pequeña librería “La libre” de Barranco que trabaja doce horas al día, seis días a la semana, le dirige una carta titulada «Un outlet, dos outlets, tres outlets: cero librerías» a la editorial Planeta de Libro Perú, pues Planeta vendió libros con descuentos de hasta 60% por Navidad, pero se saltó un eslabón clave en la cadena de distribución del libro: las librerías.

Los eslabones encarecen los libros, como cualquier otro producto, y muchas librerías, es cierto, pagan a destiempo a los editores pequeños, pero dejar morir a las librerías es suicida por miles de motivos. Uno de ellos, si no hay "demo saber", no puede haber "demo poder"[1] y las librerías son puentes entre editoriales y lectores. Con los libros intensificamos nuestra capacidad de abstracción y vemos más detalles; sin libros nos empobrecemos terriblemente, sólo entendemos los gestos y guturalismos de “Esto es guerra”, y, convertidos en el público fácil que aplaude el circo de “MototaKxi”, vamos de cabeza hacia el autoritarismo.

Cuando las grandes editoriales se saltan olímpicamente a las librerías, muestran la competencia desigual en un país como el Perú cuyo Estado no protege los espacios de cultura. La libre, por eso, le dice a la editorial Planeta: «Entre compañeros les decimos que están matando a su propia gente. Están matando a las librerías».

Esas pequeñas librerías no son “burócratas inservibles” del mercado. Si las librerías cuentan con el apoyo de libreros despiertos (como el anárquico Veguita, el gordo Padilla y Daniel de la PUCP), las librerías entonces se convierten en una guía para adolescentes y jóvenes y asombran a adultos. Un librero es un psicólogo nato que conversando rastrea nuestros gustos y, sin didactismos, menciona ensayos, poetas, cuentistas. Así conocí a mi amigo Camilo Torres, cuando yo estudiaba en Letras en la PUCP y le preguntaba por ensayos de Freud. Camilo, imperturbable y apiadado me tocó el hombro, ahorró maleza y citó de memoria Edipo Rey: «Muchos hombres se acuestan con sus madres en sueños»[2].

Esa inteligencia y cultura vital, esa corazonada de Camilo y de tantos otros libreros que deambulan en universidades o librerías, es valiosísima para el lector que busca orientarse entre torres y torres de libros, pero ese olfato fino del bibliómano resulta indiferente para las editoriales que quieren vender novelas como si fueran picarones y anticuchos. La editorial impersonal pondrá en el escaparate Los cinco santos del Perú (2016) de Juan Luis Cipriani y almacenará Gargantúa y Pantagruel. Hemos interiorizado el credo neocapitalista a tal punto que la desigualdad en la competencia se presenta como virtuosa y, antes que lectores y ciudadanos, somos consumidores.

Este mes de Navidad las grandes editoriales se restriegan las manos porque, en un mundo más uniforme, compramos libros en carretillas y, estimulados por burdas carnadas, consumimos best sellers. Que no sea así. Conversemos con nuestros amigos y libreros, visitemos librerías pequeñas y que nos recomienden los libros más extraños y alejados de nuestro sentido común.



Fuente : National Geographic    Charlie Hamilton James  



[1] Cfr. Giovanni Sartori. Homo videns: La sociedad teledirigida. Traducción de Ana Díaz-Soler. Buenos Airtes: Taurus, 1998. Sartori advierte que esta época alienta la visible y relega lo inteligible con una intensidad que deforma a la opinión pública.
[2] Sófocles. «Edipo Rey», en: Tragedias. Traducción de José Alemany y Bolufer. Madrid: EDAF, 1985. José Lucas de Dios traduce así: «Muchos ya entre los mortales han compartido el lecho con su madre también en sueños».

Entradas populares