Trump. La consagración de un cretino
útero
Donald
Trump ganó las elecciones norteamericanas y la mitad del planeta está de luto. El
partido de Hillary Clinton, por supuesto, tiene las manos manchadas de sangre,
y hay cuentas oscuras en The Foundation Clinton,
inaceptable, pero la elección de Trump, además de ser la consagración de los
cretinos, asegura que el capitalismo norteamericano cobrará las dimensiones de
una guerra siniestra.
Los votantes del multimillonario, una masa que sólo comprende aquello que ve con los ojos y muerde con los dientes, una masa negada para entender conceptos como democracia, Derechos Humanos, tolerancia y equilibrio de poderes, una masa incapaz de solidarizarse con los excluidos al interior de EEUU, festejan la anti-política. American Psycho, una película ambientada en fines de los 80, muestra a los yuppies de Manhattan idolatrando a Trump; con esta elección queda claro que el radio de acción de los sociópatas americanos ha crecido. Odian la Ilustración y el liberalismo, y admiran el ego elefantiásico de un negociante que, simulando franqueza y compadrazgo, da rienda suelta al goce de levantar un muro contra los inmigrantes y desenfunda leyes que destrabarán las licencias de armas sin importar desgracias como las de Orlando, total, para el Gran Hermano del norte, las minorías son el chivo expiatorio que explican la pobreza y aturdimiento del hombre blanco anglosajón.
Ese hombre blanco, como la mayoría de ciudadanos del mundo, ha pasado de ser un «hombre televisado» (que ya era un insulto) y se ha trasmutado en un «hombre cretino» cuyo deleite se circunscribe al uso frívolo del celular, como describe el politicólogo italiano, Giovanni Sartori. La mejor cara de la civilización europea no podía sobrevivir con una horda tecnológica de ciudadanos informados minuto a minuto, sí, pero sin saber cómo orientar esa base de datos.
Ganaron los impotentes hombres blancos atrincherados en su casta. Pudieron soportar durante ocho años que un negro intelectual los administrara, pero no una mujer. Los tiempos cambian, se necesita al mando a un feroz magnate. Démosle la bienvenida al fascismo del siglo XXI. Welcome to the jungle.
Los votantes del multimillonario, una masa que sólo comprende aquello que ve con los ojos y muerde con los dientes, una masa negada para entender conceptos como democracia, Derechos Humanos, tolerancia y equilibrio de poderes, una masa incapaz de solidarizarse con los excluidos al interior de EEUU, festejan la anti-política. American Psycho, una película ambientada en fines de los 80, muestra a los yuppies de Manhattan idolatrando a Trump; con esta elección queda claro que el radio de acción de los sociópatas americanos ha crecido. Odian la Ilustración y el liberalismo, y admiran el ego elefantiásico de un negociante que, simulando franqueza y compadrazgo, da rienda suelta al goce de levantar un muro contra los inmigrantes y desenfunda leyes que destrabarán las licencias de armas sin importar desgracias como las de Orlando, total, para el Gran Hermano del norte, las minorías son el chivo expiatorio que explican la pobreza y aturdimiento del hombre blanco anglosajón.
Ese hombre blanco, como la mayoría de ciudadanos del mundo, ha pasado de ser un «hombre televisado» (que ya era un insulto) y se ha trasmutado en un «hombre cretino» cuyo deleite se circunscribe al uso frívolo del celular, como describe el politicólogo italiano, Giovanni Sartori. La mejor cara de la civilización europea no podía sobrevivir con una horda tecnológica de ciudadanos informados minuto a minuto, sí, pero sin saber cómo orientar esa base de datos.
Ganaron los impotentes hombres blancos atrincherados en su casta. Pudieron soportar durante ocho años que un negro intelectual los administrara, pero no una mujer. Los tiempos cambian, se necesita al mando a un feroz magnate. Démosle la bienvenida al fascismo del siglo XXI. Welcome to the jungle.