La muerte de Fidel

Útero

Esta semana a varios nos ha visitado el fantasma de Castro y del socialismo de Cuba que, con todos sus defectos, bajezas y humillaciones, tiene virtudes. Y como no somos un algoritmo, cada uno ha subrayado distintos hechos de la isla. Yo acabo de encontrar uno de los monstruosos. 

En 1989, los cubanos boquiabiertos y excitados vieron la violencia de acero del régimen de Castro en un reality show made in Cuba. Durante las noches de julio de ese año, en horario estelar, los cubanos vieron en su televisor el juicio público de diecinueve altos militares acusados de narcotráfico ante unos inquisidores. Entre los inculpados destacaban el general Arnaldo Ochoa Sánchez y Antonio de La Guardia, coronel de la policía política. Los acusados nunca gozaron de presunción de inocencia y fueron sentenciados sin un poder judicial autónomo alejado de Castro. 

Ochoa, sumiso y triturado, confirmó las acusaciones contra él, reiteró su admiración por Fidel, filosofó sobre el mal y declaro merecer la pena capital. Fue fusilado. 
El caso del Capitan Miguel Ruiz Poo muestra sin tregua el autoritarismo circense y terrorífico de Castro.


Antes de conocer esos juicios sumarios, en estos días he tenido discusiones feroces con amigos que apoyan a Castro, amigos de una gran pasión por la justicia social y que me han dejado insomne, comiéndome las uñas, y han revivido el gusano viscoso de la «mala conciencia» que me roe cuando hablo de libertad, mientras otros apenas si desayunan pan y té. A raíz de la carestía de tantos peruanos, nos preguntamos si estaríamos dispuestos a aceptar las victorias incuestionables de Cuba en salud y educación a costa de una dictadura. Una pregunta suicida, claro, pero desde los pies de los desposeídos de Cantagallo la cuestión cambia, y uno entiende el huracán destructor del populismo. 

Para mí Cuba no puede ser nuestro ideal. Fidel fue un macho-alfa que, por la desesperación, hechizó a millones, y silenció y encarceló a sus enemigos impunemente. Quienes apoyan a Castro, creo, están enceguecidos por sus envidiables logros, y quienes desprecian y disfrutan la muerte de Castro probablemente no saben qué es trabajar doce horas de vigilante, perder al día seis horas en el tráfico de Lima y robarle horas al sueño para estar con los hijos.

De estos desvelos tengo una idea. Mañana será el segundo día del flamante CADE Ejecutivos 2016, cuya misión es reflexionar, proponer y ejecutar el desarrollo, la economía de mercado y la educación en el Perú. 
Pues bien, señores. A ver si se preguntan por qué, luego de su instauración en 1992 y pasados 24 años, la economía de mercado no produce ni la décima parte de los logros de Cuba. ¿Necesitan un generalote?



Entradas populares