El garfio como anzuelo















Hagamos una colecta y regalemos a Luis Galarreta, el congresista que ha decidido anidar en el fujimorismo, nuevas prótesis para sus antebrazos y manos y así aliviarlo de embutirse esos implantes y ganchos acerados con los que aparece en la televisión mientras defiende las consignas de Keiko Fujimori. No hay razones médicas para que siga con esa ortopedia metálica; tampoco hay razones económicas que lo limiten, con el sueldo de congresista son accesibles unas prótesis útiles y sin aspavientos para abanicarse, beber un vaso de agua y rascarse sin que sean tareas farragosas. A menos, claro, que el propósito de Luis Galarreta sea despertar en nosotros la sensiblería y adormecernos mientras nos infiltra la agenda de las grandes corporaciones.

Acaba de decir que Montesinos apareció recién en 1995 en el entorno de Alberto Fujimori. La dupla de marras está encarcelada por saquear las arcas del Estado, enjuiciados y sentenciados por crímenes contra los Derechos Humanos.

Luis Galarreta es valioso por haber remontado la discapacidad de no poseer las extremidades superiores desde su nacimiento; desde niño, en situaciones económicas difíciles, su madre le enseñó a valerse por sí mismo, y eso debiera acercarlo a los sectores más golpeados del Perú. Su biografía de superación personal, sin embargo, lo lleva a apoyar a José Chlimper, Rafael Rey y Elmer Cuba como miembros del Banco Central de Reserva.

Obsequiarle a Luis Galarreta nuevas prótesis desactivaría su premeditada estética inquietante y torva. En una entrevista con el divino Carlos Raffo, con sorna Galarreta dice que no usa las nuevas prótesis bioelectrónicas, maravilla de la ciencia, porque perdería su eslogan publicitario: «A mí nadie me rompe la mano». Pues bien. Una persona pobre que no puede acceder a esos implementos ergonómicos, merece nuestro apoyo. Una persona que ostenta su discapacidad porque le da réditos políticos, es una persona que convierte el garfio en anzuelo. Y cae como anillo al dedo al fujimorismo, una agrupación cuyo símbolo electoral debería ser la ganzúa y el verduguillo.

Galarreta denuncia al médico Carlos Moreno, funcionario letal, pero no se pronuncia contra la Clínica de Osteoporosis y no dice ni pío contra el oligopolio de las farmacias. A él nadie le rompe la mano, cómo no, pero qué bien traza el nudo Windsor en sus corbatas de seda.

Es magia. Congoja a sus electores, obtiene clemencia de la teleaudiencia y con su agenda se le adhieren las grandes empresas. Yo también seré político y mi marketing será un garfio, tres loritos en el hombro, un parche en el ojo y una pierna de palo que martillará las ruinas de los sindicatos. 

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