El abogado de los fujitrolls

El abogado de los fujitrolls, Andrés Calderón, alega hoy en El Comercio a favor de la libertad de expresión de los anónimos que insultan, que retrucan con falacias, que embarran las conversaciones de las redes. Los fujitrolls son mercenarios que embarran un espacio que hasta dos semanas no era contaminado. Muchos hemos escapado de la suciedad de la prensa escrita, radial y televisiva, y en redes sociales leemos y compartimos opiniones auténticas, sin billete de por medio. La reciente estampida de bisontes de los fujitrolls, además de vaciar los debates, bloquea cuentas y hackea.

No he encontrado un ppkausatroll: todos dan su nombre, no se esconden en el anonimato. El alegato del abogado es: “¿Pero es cobarde expresarse anónimamente? No necesariamente”. Claro, hay grafitis geniales. Pero, señor Calderón, ¿los fujitrolls son ingeniosos y nos muestran nuevos ángulos del debate? ¿Es que, sin darnos cuenta, los fujitrolls son poetas épicos que escriben anónimamente como el autor del Cantar de mio Cid? ¿El fujitroll es una nueva versión de las jarchas mozárabes del S. IX?

El abogado Calderón aclara filosóficamente: “En un mercado libre –nos inspirarían John Milton y John Stuart Mill- la sociedad terminará por privilegiar las opiniones admirables y descartas las inútiles”. Claro, claro. Por eso el nivel de audiencia de “Esto es guerra”.
Y la cúspide del talento jurídico: comparar a los fujitrolls con los cibernautas de Cuba y Venezuela. El abogado prefiere vivir en el estercolero de los fujitrolls y evitar que la sociedad civilizada se proteja de la inmundicia. Pregunte, señor Calderón, si en Alemania alguien puede emitir opiniones neonazis. La sociedad civilizada forja consensos (los ciudadanos cuidan a los ciudadanos) y sanciona la desinformación. Pero usted, en lugar de alentar que la comunidad del FB se guíe por normas de convivencia, alienta a nuevos trolls: “no encuentro nada de malo en una iniciativa privada para desenmascarar a los atacantes”. O sea, usted desactiva las barras bravas alentando que Trinchera Sur saque los cuchillos contra la barra de Alianza Lima.

Lo suyo, señor Calderón, ni es liberalismo ni estupidez. Es ominoso, es fujimorismo.

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