El liberalismo de Vargas Llosa
Mientras El Comercio representa el liberalismo mercantilista e inmóvil, iletrado y cucufato, Vargas Llosa cultiva un liberalismo político, económico y filosófico, alimentado por preocupaciones sociales y reformas prácticas.
Ser
de izquierda o derecha es una etiqueta variable. Ante Gregorio Santos, soy de
derecha; ante Aldo Mariátegui, de izquierda. En "Israel/Palestina. Paz o Guerra Santa", Vargas Llosa escribió que el único
lugar en que se sentía de izquierda era Israel, pues los escritores y
periodistas Amos Oz y Amira Hass y otros justos (en el sentido otorgado por
Albert Camus) le mostraron una izquierda sin los dogmatismos de la izquierda de
América Latina. La de Israel es una izquierda autocrítica, que toma en serio
las “formas” democráticas, y, junto a los palestinos, se manifiestan acremente
contra el muro de Ariel Sharon. Dice Vargas Llosa sobre la izquierda israelí:
“Los
justos no piensan igual, discrepan mucho entre sí, y, acaso, si se los
encerrara a todos en un recinto, estallarían injurias y bofetadas. Pero todos
ellos practican lo que Weber llamaba las políticas de convicción antes que las
de responsabilidad, y todos son durísimos críticos de su Gobierno y de su
Estado, incesantes denunciadores de los abusos y crímenes de que son víctimas
los palestinos y sistemáticos defensores de una paz que, a su juicio, sólo será
posible cuando Israel abandone la ocupación colonial de Cisjordania y reconozca
el derecho de los palestinos a tener su Estado (…)”.
Vargas
Llosa admira el tesón de aquella izquierda para abrir los ojos de los
compatriotas. En el Perú de hoy son los intelectuales de izquierda, creo yo,
quienes tocan las puertas denunciando las injusticias sociales y sin los
dogmatismos del pasado, mientras que la versión pensante de la derecha apenas
si se pronuncia.
El
pasado de Kuczynski no calza del todo con “los justos”, pero el artículo de
Vargas Llosa ("La hora gris") es un espaldarazo y una tácita hoja de ruta sobre valores
democráticos que Kuczynski y los suyos deben respetar: consulta previa a
pueblos indígenas, ningún baguazo, no liberar a Fujimori y, sobre todo,
asimilar que el Estado secuestrado por los intereses de los empresarios es
incompatible con una democracia real.
Quiero
creer que Kuczynski puede convertirse en un demócrata y que se pronuncie sobre
el Museo de la Memoria. Acaba de pronunciarse contra la concentración de los
medios; es un paso. Quienes votamos por Verónika o Barnechea podemos
reconciliarnos con el razonamiento de los electores de Kuczynski -un voto que
cuidó la estabilidad económica- y remar a favor del equilibrio de poderes y
contra la pandilla Fujimori.