Resentidos y caviares. El octavo ensayo
Si usted desea una cápsula que comprima la historia del Perú, regale esta navidad El octavo ensayo de Aldo Mariátegui. Es un tónico, una patada de coca.
Su
hijo comprenderá que toda la gama de izquierdistas peruanos (sus profesores y
sus artistas) son cómplices de Abimael Guzmán y Velasco, las dos lacras
sociales del siglo XX.
Aldo
Mariátegui, incorregible iconoclasta, desmenuza la santa leyenda del Mariátegui
de Los siete ensayos, raíz del árbol
genealógico de la izquierda peruana, y, tras una radiografía mental, Aldo diagnostica
que su abuelo –provinciano y mestizo- fue un “resentido social”. Terrible
síndrome, deducimos, presente también en Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y
cualquier disidente.
Sin
titubeos y directo a la vena, El octavo
ensayo muestra que, bajo el disfraz de defender la estabilidad del trabajador
y estar contra la explotación, el izquierdista es esencialmente terrorista y
estatista. Punto. Aunque traza una fina distinción entre los marxistas: los hay
resentidos y caviares. ¿Cómo identificarlos? Por la clase social. Los resentidos
son de clase baja y clasemedieros, chusma tanática y ociosa, sin oficio ni
beneficio, que avivaron a Sendero Luminoso. Los caviares vienen de familias
ricas y de colegios católicos, culposos que chicotean el superyó al ver un pobre.
En los 80, los resentidos asesinaban, reducían las cabezas de los millonarios, hilándolas en el llavero, mientras los caviares, sin agallas, incapaces de
colocar un explosivo (siempre “políticamente correctos”), eran románticos y vivían en las
nubes, pero sí petardearon la economía que daba miedo.
La
izquierda ha sido derrotada crónicamente en las elecciones, pero sus ideas
coletean y asfixian al país. Sin técnicos, es pasiva frente a la violencia
callejera, pergamina comisarías con Derechos Humanos (el refrito de los Diez
Mandamientos), politiza a la policía y, con el padrinazgo de Mario Vargas Llosa, construye un Museo de la Memoria a favor
de terroristas. Hoy los izquierdistas se oponen a proyectos mineros y añoran la decrépita
Reforma Agraria, y, cuando se visten de verdes defendiendo a la naturaleza,
estos ingenuos siguen ritos de magia negra a la Pachamama.
En
un momento filosófico, Aldo Mariátegui alude a Nietzsche para comprender cuál
es la tortuosa filiación entre izquierda y cristianismo: resentimiento y compasión.
El injustamente encarcelado Fujimori (su gobierno desactivó a la huelguista
CGTP gracias a la estrategia de darles combis a los transportistas) leería con
regocijo esta cita de Nietzsche:
“Al cristianismo se le llama religión de la compasión. La compasión es contraria a los afectos tonificantes, que elevan la energía del sentimiento vital: causa un efecto depresivo. Uno pierde fuerza cuando compadece. […] La compasión obstaculiza la ley de la evolución […]. Se ha osado llamar virtud a la compasión –en toda moral aristocrática se la considera una debilidad-”.
Esta Nochebuena Aldo nos invita a brindar por los caciques y hacendados y corregir los renglones torcidos de la historia. Sendero Luminoso prendió como un incendio forestal, no por supuestas injusticias del látigo del terrateniente, sino, nuevamente, por culpa de la Reforma Agraria. Velasco al destruir al gamonalismo, desamparó al indio, y sin un latifundista que lo explotara paternalmente, el pobre indígena fue fácilmente seducido por el lunático Abimael Guzmán.
Descorchemos El octavo ensayo. Junto a la línea editorial de la televisión y gran parte de la prensa escrita, sabremos hacia donde nos conduce el pensamiento crítico.