La democracia en Atenas

Los sucesos de este septiembre en que los sirios escapan de los petardos y las bombas, de los aviones que surcan el cielo para rociar explosivos y tanques que apuntan a lo que se mueva, en una guerra interna que los propios sirios no comprenden, hacen que las negativas de recibirlos por parte Europa y EEUU, salvo excepciones como Alemania, sean muy dolorosas y recrudecen el escepticismo que como una sombra ha caminado al lado del discurso democrático desde sus orígenes en la Grecia clásica.

Discurso fúnebre de Pericles by Phillipp Foltz
En el primer momento en que se hizo el halago de la democracia surcaron flechazos de dudas sobre ella. Fue a finales del siglo V. a. C cuando se dieron las guerras entre Atenas y Esparta, y, al vencer los espartanos, el gran orador Pericles consoló a los padres de los heroicos combatientes atenienses mostrando que esas vidas habían luchado por cuidar a la cuna de la democracia, uno de los modelos sociales más valiosos que inspirarían a cientos de pueblos a continuar ese legado de civilización. 

Pericles buscaba calmar a los atenienses que habían perdido a seres queridos en la guerra y darle sentido al espectáculo grotesco de sostener los cadáveres de sus propios hijos. Las palabras de Pericles elogiaban asimismo a las virtudes democráticas de la política y costumbres de Atenas, no como una burda ruleta de tiempo en que se eligen autoridades, sino como un valioso estilo de gobierno que garantizaba que los cargos públicos fuesen ejercidos por los ciudadanos con mayores méritos, un gobierno que a la vez velaba por el bienestar de los menos favorecidos. Atenas era la ciudad en que ningún ciudadano estaba por encima de las leyes y todos buscaban cumplirlas: ellas encarnaban la moral de los ciudadanos y esas leyes protegían de los despotismos. Atenas era elogiada además por ser una sociedad de recreaciones intelectuales y artísticas, y que recibía con las puertas abiertas a los extranjeros. Aquellos atenienses que eran pobres no se avergonzaban de serlo, dijo Pericles, en todo caso se avergonzaban de no hacer nada por salir de la miseria.

Conocemos las palabras de Pericles gracias al historiador Tucídides que escribió El discurso fúnebre de Pericles. Si bien Tucídides idealizó a Atenas, su testimonio, aparte de ser elegante expresivamente, interesa como un primer registro de las aspiraciones y valores de los atenienses, que luego se convirtieron en el ideal de occidente civilizado. En el ideal, en el ideal.

Conocer los ideales y sueños de una civilización es una rendija que muestra uno de sus aspectos, pero, claro, la realidad puede ser muy distinta, y por eso desde Nietzsche y Freud, además de los sueños, nos interesan las pesadillas de las civilizaciones. En el Perú fue Martín Adán quien, en 1928, al escribir esa embriaguez poética que son los “poemas underwood”, dudó de la realidad de esa Grecia idealizada y su democracia: “La polis griega sospecho que fue un lupanar al que había que ir con revólver”.


Martín Adán por Omar Zevallos

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