El hombre más peligroso del mundo


En una parroquia orientada por el Opus Dei, leo el titular reciente de “La Gaceta Católica” (mayo-julio de 2015): “Peruanos valoran y promueven la familia”. “Mayoría de ciudadanos rechaza el aborto y el matrimonio entre homosexuales”. Promueven un Ministerio de la Familia, pues, como lo revela la encuestadora “Vox Populi”, el 89% de peruanos considera a la familia como un valor fundamental.

No muestra una gota de comprensión sobre la “unión civil” y el “aborto terapéutico” y en un rincón de la última página menciona que el Cardenal Juan Luis recomienda la reciente encíclica, “Laudato Si” (“Alabado Seas”), pues es una reflexión sobre la invasión de la tecnología y el medio ambiente. El resto es silencio…

El Papa Francisco critica al neocapitalismo y sugiere sustituir el petróleo y el carbón por energías renovables y, por eso, los conservadores norteamericanos lo descalifican y el comentador de Fox News, Greg Gutfeld, dice que el Papa es hoy “el hombre más peligroso del mundo”. Si los señores de la CONFIEP leyesen la encíclica, en sus mentes rodarían dos pasajes:

1) “La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso”. 

2) “Para que haya una libertad económica de la que todos efectivamente se beneficien, a veces puede ser necesario poner límites a quienes tienen mayores recursos y poder financiero”.

Por supuesto, los señorones se ríen ahora del Papa como se ríen dentro del ritual del domingo; para ellos la Iglesia Católica va bien cuando es capitalista y anti-democrática, cuando muestra cómo las comunidades nativas frenan el progreso, cuando la cruz bendice con fuego a la espada.

Deleitando al poder, Cipriani en el 2009 explicaba la encíclica de Benedicto XVI (“Caritas in Veritate”) y mostraba una diferencia inteligentísima: una cosa es la justicia y otra la santa caridad. Ahora Francisco se la pone difícil: no se trata de caridad, se trata de justicia. 

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