Espadas y dioses
No se comprende a los
yihadistas que recientemente asesinaron a doce franceses -que además quieren
convertir esa masacre en símbolo heroico- con la ley del Talión, a menos no
desde el occidente que, bajo las conquistas intelectuales de la Modernidad,
pudo restringir el poder a las tres religiones monoteístas al ámbito privado en
aras de una convivencia pacífica y de la supremacía de las libertades
individuales. ¿Qué motiva a los islamistas a disparar a periodistas, decapitar
a activistas y acuchillar a sangre fría a cuatro judíos franceses en un mercado
de comida kosher?,
Una buena dosis de occidente actual está retratada en el sarcasmo de Charlie Hebdo al dibujar a un fanático crispado y de ojos fijos dispuesto a degollar a un niño, una virgen dentuda pariendo como una eclosión, pero una característica de la cultura europea, además de la picante socarronería, es la autocrítica que ejercen los intelectuales y artistas. Es cierto que la revista no sólo caricaturizó a Mahoma, también se burló de la Santísima Trinidad, de Jesús y de Moisés, y el Estado francés supo defender a la revista de los ucases afónicos de algunos sacerdotes. Pero, ¿no vivimos nosotros los occidentales en una sociedad libre de los siglos de las tinieblas y guerras religiosas? ¿No es cierto que el judaísmo y el cristianismo han sufrido deflaciones a causa de procesos sociales, gracias a las cuáles ya no hay cruzados ni catequistas del Santo Oficio? Tenemos, felizmente, aburridos creyentes que levantan el dedo para santiguarse, pues hoy la religión, con sus excepciones, sólo es una atávica costumbre que muchos siguen pero casi nadie cree; y para bien y para mal la vida interior de las masas alimentadas adorando a dioses se va extinguiendo. Para bien la cruz ya no justifica a la espada; para mal la cruz ya no puede defender de la espada. Si desde el siglo XIX “Dios ha muerto”, los occidentales transitamos como zombis bajo un sol negro cuya mezquita es un supermercado, y de esa forma no nos ha caricaturizado Charlie Hebdo.
Del sonambulismo nos ha despertado el nuevo ataque de los islamistas que buscan que se les responda desde la islamofobia, y, siguiéndoles el baile, encantados lo harán los grupos xenófobos de Europa; por eso es un acierto la carátula de la última edición de Charlie Hebdo, «Todo está perdonado», en que Mahoma sujeta el lema je sui Charlie indignado con los yihadistas. El islamista detesta que un inmundo occidental (agnóstico, ateo o pseudo-creyente) descubra cuán apasionado, patético y destinado a la nada es la fe en Mahoma. Así piensa Slavoj Žižek; los occidentales tendríamos la mirada del adulto ante las destrucciones del niño: las observamos y preguntamos cómo encausar esas fuerzas destructivas. Los dos encapuchados que, vitoreando a Alá, abalearon a los redactores de Charlie Hebdo además de destruir a Sodoma y Gomorra buscaban ejecutar la prohibición islámica –presente en la tradición oral de esta religión- de ni siquiera retratar a Mahoma. Irremediablemente tal prohibición nos hace imaginar a Mahoma posando en un selfie, y por esa incredulidad a occidente le resulta una reacción desproporcionada, brutal, y es más incomprensible que jóvenes, en otros atentados, no siendo pobres y educados en universidades occidentales, con masters bajo el brazo, hayan acatado los dictamines homicidas de Al Qaeda, la organización terrorista que adoctrina, igual que el Estado Islámico, en esas escuelas llamadas madrazas, a niños y jóvenes a aprender una única interpretación del Corán durante cinco horas al día y, de paso, a fabricar bombas caseras. La “hermandad musulmana” da trabajos y beneficios a quienes se les unen, siempre y cuando dejen a sus hijos en las madrazas en donde se les irá tajando como talibanes homicidas dispuestos a exterminar a los herejes y blasfemos del mundo.
Vanagloriarse por ser violentos y asesinos no es novedad en los yihadistas, en 1989 el ayatollah Khomeini lanzó una recompensa de tres millones de dólares a quien le llevara la cabeza del autor de los Los versos satánicos, y la periodista Orriana Fallaci logró entrevistarlo y le preguntó qué pensaba sobre la ciencia y la tecnología, y envuelto en sus túnicas el ayattollah fue tajante: “A la tecnología sí la usamos, pero de la ciencia no queremos saber nada”. Se trata de regresar a formas de vida del siglo VII, pero con un celular en el bolsillo y misiles del XXI en las bases militares. El experto en análisis internacional, Ariel Segal, en charlas ofrecidas en la Universidad de Ciencias Aplicadas, explica que los talibanes yihadistas han creído que si derrotaron a la Unión Soviética no fue por la crisis del sistema comunista ni por los aires que empujaron a la Perestroika de Gorbachov, sino por el aliento del mismísimo Alá que quiso derrotar a la que fue la segunda potencia del mundo, y cruzan los dedos para continuar con la bendición de Mahoma y aprovechar el espaldarazo y derrotar a “Babilonia”.
Esta situación lleva a Pilar Rahola –periodista catalana y defensora de Israel-, a decir que los islamistas no nos plantean una lucha entre Alá versus Yahvé ni Alá versus Jehová, sino entre sociedades que respetan al individuo y sociedades totalitarias como fueron el nazismo, el fascismo y el stalinismo, modelos que sedujeron a masas de gentes por eliminar las ironías, los matices y las reflexiones, y en su lugar ofrecieron afirmaciones rotundas, juicios categóricos contra quienes pensaban diferente y tapar con el dedo las estrellas de la ambigüedad de las relaciones humanas. La periodista me persuade y pienso que la discusión entre el liberalismo y modelos comunitarios quizás no tiene aquí razón de ser, pues el yihadismo representa la intolerancia y el balazo como diálogo, y uno se siente tentado a usar la distinción de Karl Popper entre las sociedades abiertas a las críticas y el tribalismo que detesta integrarse. Pero, ¿integrarse a qué?, ¿a la globalización y sus omnívoras trasnacionales? En parte sí, pues aunque occidente es un lugar que tolera -y ridiculiza- a quienes optan por vivir en los márgenes del estilo hiperconsumista, al final los tienta y fagocita. Es un aspecto del neo-colonialismo de erizadas trasnacionales que genera muy pocas simpatías –el poder despótico del mundo empresarial presentado como la ley natural de la selva causa arcadas-, pero sólo grupúsculos tanáticos, que sucumben a un razonamiento binario y a una emoción despiadada, pueden festejar los atentados criminales de los islamistas.
Este crimen atroz a once miembros de Charlie Hebdo y a un policía que merodeaba por ahí, además de las muertes en el mercado kosher¸ muestra cómo un fanático es provocado por caricaturas y una frase lúcida de Freud relumbra en este momento: “El primer humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilización”. Pero mucho antes, siglos y siglos, Sófocles en Antígona nos mostró dónde radica la intolerancia:
Creonte: ¿No sabes que también ahora estás hablando de forma molesta?
Guardián: ¿Es en tus oídos o en tu alma donde se te clavan mis dientes
Creonte: ¿Por qué tratas de precisar dónde está mi dolor?
Guardián: El que lo hizo te atormenta el corazón, yo los oídos.
Creonte: ¡Ah, cuán charlatán a todas luces eres de nacimiento!
La tolerancia, sin embargo, tiene una historia parpadeante en occidente; hay momentos que centella y otros que se eclipsa. El liberalismo del siglo XVII y el laicismo y luego la Ilustración fueron grandes pasos hacia la convivencia pacífica y mostró que, bien ubicados los ámbitos privados y públicos, cada individuo puede creer lo que desee. Pero lo sucedido con los caricaturistas franceses nos recuerda el largo mugido de extra ecclesiam nulla salus («Fuera de la Iglesia no hay salvación») y aquella gran ola avasalladora que en la Edad Media fue el cristianismo que revolcaba a paganos y formaba Cruzadas para asesinar en nombre del Señor, y después vino el fuego del Santo Oficio. Las guerras santas no fueron desactivadas ni por Yahvé ni por el Espíritu Santo, fueron ciudadanos como tú y yo que hartos de las guerras de religión idearon formas de coexistencia pacífica entre diversos credos. ¿Cómo pudo occidente liberarse de la gran opresión de los líderes religiosos? Progresivamente grupos cultileídos fueron ampliando sus ideas y emociones y dejaron de rotar sobre un único libro. Esa tiene que ser una de las soluciones para los musulmanes, y es lo que esperan los movimientos laicos del Islam que se opone a Al Qaeda, enfatizando los mensajes de un Mahoma pacífico y así menoscabar la imagen de un Mahoma que blande la espada. Es similar a lo que sucede en el cristianismo y sus grupos que enfatizan un Cristo de espada de lenguas de fuego contra los herejes, los cismáticos, los apóstatas y los sarcásticos, y otros grupos de cristianos que concuerdan con un Jesús de justicia hacia el vulnerable y de paz hacia los herejes, los cismáticos, los apóstatas.
Una buena dosis de occidente actual está retratada en el sarcasmo de Charlie Hebdo al dibujar a un fanático crispado y de ojos fijos dispuesto a degollar a un niño, una virgen dentuda pariendo como una eclosión, pero una característica de la cultura europea, además de la picante socarronería, es la autocrítica que ejercen los intelectuales y artistas. Es cierto que la revista no sólo caricaturizó a Mahoma, también se burló de la Santísima Trinidad, de Jesús y de Moisés, y el Estado francés supo defender a la revista de los ucases afónicos de algunos sacerdotes. Pero, ¿no vivimos nosotros los occidentales en una sociedad libre de los siglos de las tinieblas y guerras religiosas? ¿No es cierto que el judaísmo y el cristianismo han sufrido deflaciones a causa de procesos sociales, gracias a las cuáles ya no hay cruzados ni catequistas del Santo Oficio? Tenemos, felizmente, aburridos creyentes que levantan el dedo para santiguarse, pues hoy la religión, con sus excepciones, sólo es una atávica costumbre que muchos siguen pero casi nadie cree; y para bien y para mal la vida interior de las masas alimentadas adorando a dioses se va extinguiendo. Para bien la cruz ya no justifica a la espada; para mal la cruz ya no puede defender de la espada. Si desde el siglo XIX “Dios ha muerto”, los occidentales transitamos como zombis bajo un sol negro cuya mezquita es un supermercado, y de esa forma no nos ha caricaturizado Charlie Hebdo.
Del sonambulismo nos ha despertado el nuevo ataque de los islamistas que buscan que se les responda desde la islamofobia, y, siguiéndoles el baile, encantados lo harán los grupos xenófobos de Europa; por eso es un acierto la carátula de la última edición de Charlie Hebdo, «Todo está perdonado», en que Mahoma sujeta el lema je sui Charlie indignado con los yihadistas. El islamista detesta que un inmundo occidental (agnóstico, ateo o pseudo-creyente) descubra cuán apasionado, patético y destinado a la nada es la fe en Mahoma. Así piensa Slavoj Žižek; los occidentales tendríamos la mirada del adulto ante las destrucciones del niño: las observamos y preguntamos cómo encausar esas fuerzas destructivas. Los dos encapuchados que, vitoreando a Alá, abalearon a los redactores de Charlie Hebdo además de destruir a Sodoma y Gomorra buscaban ejecutar la prohibición islámica –presente en la tradición oral de esta religión- de ni siquiera retratar a Mahoma. Irremediablemente tal prohibición nos hace imaginar a Mahoma posando en un selfie, y por esa incredulidad a occidente le resulta una reacción desproporcionada, brutal, y es más incomprensible que jóvenes, en otros atentados, no siendo pobres y educados en universidades occidentales, con masters bajo el brazo, hayan acatado los dictamines homicidas de Al Qaeda, la organización terrorista que adoctrina, igual que el Estado Islámico, en esas escuelas llamadas madrazas, a niños y jóvenes a aprender una única interpretación del Corán durante cinco horas al día y, de paso, a fabricar bombas caseras. La “hermandad musulmana” da trabajos y beneficios a quienes se les unen, siempre y cuando dejen a sus hijos en las madrazas en donde se les irá tajando como talibanes homicidas dispuestos a exterminar a los herejes y blasfemos del mundo.
Vanagloriarse por ser violentos y asesinos no es novedad en los yihadistas, en 1989 el ayatollah Khomeini lanzó una recompensa de tres millones de dólares a quien le llevara la cabeza del autor de los Los versos satánicos, y la periodista Orriana Fallaci logró entrevistarlo y le preguntó qué pensaba sobre la ciencia y la tecnología, y envuelto en sus túnicas el ayattollah fue tajante: “A la tecnología sí la usamos, pero de la ciencia no queremos saber nada”. Se trata de regresar a formas de vida del siglo VII, pero con un celular en el bolsillo y misiles del XXI en las bases militares. El experto en análisis internacional, Ariel Segal, en charlas ofrecidas en la Universidad de Ciencias Aplicadas, explica que los talibanes yihadistas han creído que si derrotaron a la Unión Soviética no fue por la crisis del sistema comunista ni por los aires que empujaron a la Perestroika de Gorbachov, sino por el aliento del mismísimo Alá que quiso derrotar a la que fue la segunda potencia del mundo, y cruzan los dedos para continuar con la bendición de Mahoma y aprovechar el espaldarazo y derrotar a “Babilonia”.
Esta situación lleva a Pilar Rahola –periodista catalana y defensora de Israel-, a decir que los islamistas no nos plantean una lucha entre Alá versus Yahvé ni Alá versus Jehová, sino entre sociedades que respetan al individuo y sociedades totalitarias como fueron el nazismo, el fascismo y el stalinismo, modelos que sedujeron a masas de gentes por eliminar las ironías, los matices y las reflexiones, y en su lugar ofrecieron afirmaciones rotundas, juicios categóricos contra quienes pensaban diferente y tapar con el dedo las estrellas de la ambigüedad de las relaciones humanas. La periodista me persuade y pienso que la discusión entre el liberalismo y modelos comunitarios quizás no tiene aquí razón de ser, pues el yihadismo representa la intolerancia y el balazo como diálogo, y uno se siente tentado a usar la distinción de Karl Popper entre las sociedades abiertas a las críticas y el tribalismo que detesta integrarse. Pero, ¿integrarse a qué?, ¿a la globalización y sus omnívoras trasnacionales? En parte sí, pues aunque occidente es un lugar que tolera -y ridiculiza- a quienes optan por vivir en los márgenes del estilo hiperconsumista, al final los tienta y fagocita. Es un aspecto del neo-colonialismo de erizadas trasnacionales que genera muy pocas simpatías –el poder despótico del mundo empresarial presentado como la ley natural de la selva causa arcadas-, pero sólo grupúsculos tanáticos, que sucumben a un razonamiento binario y a una emoción despiadada, pueden festejar los atentados criminales de los islamistas.
Este crimen atroz a once miembros de Charlie Hebdo y a un policía que merodeaba por ahí, además de las muertes en el mercado kosher¸ muestra cómo un fanático es provocado por caricaturas y una frase lúcida de Freud relumbra en este momento: “El primer humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilización”. Pero mucho antes, siglos y siglos, Sófocles en Antígona nos mostró dónde radica la intolerancia:
Creonte: ¿No sabes que también ahora estás hablando de forma molesta?
Guardián: ¿Es en tus oídos o en tu alma donde se te clavan mis dientes
Creonte: ¿Por qué tratas de precisar dónde está mi dolor?
Guardián: El que lo hizo te atormenta el corazón, yo los oídos.
Creonte: ¡Ah, cuán charlatán a todas luces eres de nacimiento!
La tolerancia, sin embargo, tiene una historia parpadeante en occidente; hay momentos que centella y otros que se eclipsa. El liberalismo del siglo XVII y el laicismo y luego la Ilustración fueron grandes pasos hacia la convivencia pacífica y mostró que, bien ubicados los ámbitos privados y públicos, cada individuo puede creer lo que desee. Pero lo sucedido con los caricaturistas franceses nos recuerda el largo mugido de extra ecclesiam nulla salus («Fuera de la Iglesia no hay salvación») y aquella gran ola avasalladora que en la Edad Media fue el cristianismo que revolcaba a paganos y formaba Cruzadas para asesinar en nombre del Señor, y después vino el fuego del Santo Oficio. Las guerras santas no fueron desactivadas ni por Yahvé ni por el Espíritu Santo, fueron ciudadanos como tú y yo que hartos de las guerras de religión idearon formas de coexistencia pacífica entre diversos credos. ¿Cómo pudo occidente liberarse de la gran opresión de los líderes religiosos? Progresivamente grupos cultileídos fueron ampliando sus ideas y emociones y dejaron de rotar sobre un único libro. Esa tiene que ser una de las soluciones para los musulmanes, y es lo que esperan los movimientos laicos del Islam que se opone a Al Qaeda, enfatizando los mensajes de un Mahoma pacífico y así menoscabar la imagen de un Mahoma que blande la espada. Es similar a lo que sucede en el cristianismo y sus grupos que enfatizan un Cristo de espada de lenguas de fuego contra los herejes, los cismáticos, los apóstatas y los sarcásticos, y otros grupos de cristianos que concuerdan con un Jesús de justicia hacia el vulnerable y de paz hacia los herejes, los cismáticos, los apóstatas.